sábado, 6 de octubre de 2012

Un servidor vive de un sueldo.


Un servidor vive de un sueldo, y como tantas personas en este país tenemos una nomina todos los meses, (lo que viene a ser un sueldo) y a cambio tengo que hacer algo y asumir unas determinadas responsabilidades.  Soy consciente de que estoy diciendo una perogrullada pero ha llegado un punto en que hasta las perogrulladas parece que han de ser aclaradas. O por lo menos deberían ser aclaradas a María Dolores de Cospedal.
En el caso de los políticos, el tema de los ingresos y de las responsabilidades parece que estamos ante una situación completamente distinta. Actualmente tienen un sueldo y adicionalmente tienen otros ingresos que consisten en ayudas para los gastos y dietas por asistir a determinados sitios. Tanto los sueldos como los conceptos por los que reciben ingresos van variando de caso en caso, por lo que no hay forma de conocer exactamente que cobra cada cual.
Adicionalmente tienen la posibilidad de tener ingresos extraordinarios mediante otras actividades legales, y después nos encontraremos con la existencia de premios de dudosa legalidad, (perspectivas de acabar trabajando en alguna empresa), y en determinados casos con percepciones de manifiesta ilegalidad.
Todo este batiburrillo, al final nos lleva a una situación de descontrol absoluto en el que se entremezclan conceptos e ideas absurdas, en lo que debería ser un sistema de lo más sencillo del mundo.
Por ejemplo, supongo que no seré el único que se ha tenido que desplazar de su ciudad natal o bien que se tiene que desplazar diariamente para acudir a su trabajo. ¿Quiere saber alguien cuanto me pagan por tal circunstancia?. Pues supongo que más o menos lo mismo que a la inmensa mayoría de personas que han tenido que buscar el empleo en otra ciudad. A fin y a cuentas, hay unas condiciones por un trabajo y unas responsabilidades, y ¡búscate la vida!. 
Respecto a lo de la ayuda para gastos de manutención y similares, resulta que lo lógico y normal es que la manutención y similares, me los pague con el sueldo, que por cierto, según la constitución ha de ser precisamente para esto. ¿En qué momento nos hemos encontrado con la necesidad de pagarle a un trabajador un importe para la manutención?.
Y ya el absurdo total es el cachondeo de las dietas; Normalmente las dietas no son otra cosa más que la compensación por el hecho de que en determinados momentos nos tengamos que ausentar por cualquier motivo de nuestro centro de trabajo, usando medios propios para ello e incurriendo en unos gastos determinados, (por ejemplo, coger nuestro coche para ir a determinado lugar que no sea nuestro centro de trabajo). No conozco otro caso similar a personas que cobren dietas por IR a su puesto de trabajo, (máxime cuando en realidad las llegan a cobrar sin ir, o incluso por ir a su puesto de trabajo y a otro sitio como si fuesen dioses).  Pero en todo caso, tan sólo puede existir una razón para que a alguien le den una cantidad fija de dietas o incluso que se le den dietas a una persona para ir a su puesto de trabajo, incluso en el caso de que le pongan coche oficial, (¡lo de que las personas que no pagan gasolina, peajes, talleres, ni coches, y pasan lo que sea que compren como gastos de representación y cobren una dieta es de traca!).
Esta razón en una empresa normal, no es más que pagar una parte del sueldo, de forma que sea poco transparente, (digamos que un premio a algunas de las personas, que no se quiera dar a conocer como sueldo), y buscando un ahorro fiscal (que será fraudulento o no, dependiendo del carácter fraudulento de la dieta). Pues esto que en una empresa es censurable, directamente no tiene nombre cuando estamos hablando de las “altas instituciones del estado”, (como se llaman ellos), ni de las “no tan altas”.
Me quedan los “otros ingresos”; en este apartado tenemos dos casuísticas que llaman y mucho la atención. El primero es la continuación de otras actividades de los cargos, que sorprende cuando existen muchísimos funcionarios, que directamente tienen una incompatibilidad mucho peor que la de los cargos públicos. Más allá de incompatibilidades, lo que no se entiende es que esto sea la norma. Es del todo evidente que hay pocas actividades que deberían requerir mayor dedicación que el hecho de dirigir un país y por la misma razón que un director de sucursal de cualquier banco tiene que vivir en el banco, no se puede entender que un parlamentario o cargo pueda tener otras actividades que las del cargo. Puede darse algún caso muy, pero que muy excepcional, pero la excusa de “puedo desarrollar mi vida aparte realizando otros trabajos”, tiene que servir lo mismo que si este cuento se lo contamos cada uno de nosotros a nuestro jefe, que en la inmensa mayoría de los casos, estará encantado de darnos toda la libertad que estimemos.
Y por supuesto, mucho menos si estas actividades son colaborar en programas, dar conferencias o similares, en un horario que podemos decir de trabajo y presentados como “diputado de tal” o “secretario de cual”, o incluso para transmitir consignas de su partido o del congreso. Esto viene a ser como sí a cualquier trabajador le encargan dar una charla, o incluso en el que parte de su trabajo sea hablar con los medios, y esto lo cobra a otras empresas.
Por último, me gustaría llamar la atención sobre las cuotas que se pagan a los partidos políticos, (a todos), por ser cargo. El hecho de que una persona tenga un cargo, no puede ser jamás motivo para que esta persona pague una cuota mayor por ser militante. Las razones son muy obvias. Lo que se consigue con este sistema, en el mejor de los casos, es financiar indirectamente a los partidos, cuando los cargos públicos están para servir a los ciudadanos. En el peor de los casos, lo que nos encontramos es con todo un sistema en el que se crean asesores para financiar los partidos con cargos públicos y con unos procesos de selección en el que importa un pimiento cuánto vale una persona, (ni tan siquiera para los partidos), ante la disposición a colaborar con el partido.
En consecuencia, lo que está claro es que por las condiciones salariales, lo ideal es un sistema basado en sueldos, (y en mi opinión superiores a los actuales), pero sin ningún otro concepto fijo, con unas dietas que compensen los gastos de forma muy justificada y siempre y cuando se demuestre que son reales y sujetos a los límites de cualquier funcionario. (son gastos, no sueldos); sin ayudas para vivir, (y mucho menos cuando estas son muy superiores al SMI, que según la constitución es la cantidad necesaria para que un trabajador sostenga una familia), y sin ingresos por asistir o por realizar algún trabajo, (concepto ya incluido en el sueldo), y sin que lo puedan completar con otros sueldos o ingresos de actividades empresariales), por que la dedicación han de ser plenas. Y desde luego sin impuestos o cuotas obligatorias que sólo sirven para financiar a terceros. Lo de cobrar por ir a trabajar, es una perversión en si misma porque supone la posibilidad de que no trabajen ¡y no pase nada!. Y esto lo podrán hacer cuando no haya problemas de ciudadanos por resolver, lo cual en tiempos normales es nunca, y hoy es vacile.
En definitiva, exactamente lo contrario a lo que Dolores de Cospedal ha aprobado; que curiosamente ha sido criticado porque de esta forma sólo podrán dedicarse a la política los ricos, lo cual es otro cuento increíble, porque lo que Cospedal propone es que todos los cobros sean oscuros, la mayor parte sin impuestos y sin control, y curiosamente puede ocurrir que incluso cobren más con menos ruido.
Y por cierto, me queda lo de la responsabilidad, que era la contrapartida al sueldo; ese será otro post. En este me conformo con decir que un servidor de ustedes,  trabaja por un sueldo, y un servidor de mayor responsabilidad de todos nosotros ha de hacer exactamente lo mismo.
Fuente: Tomás Iglesias en el Blog de Rankia